lunes, 3 de agosto de 2015

LAS MEJORES VARIEDADES DE RESINAS CANNABIS




Royal Afghani, el soberano de las montañas de Afganistán
El Royal afghani (afgano Real) es el rey de los hachíses que se hacen en Afganistán. Se elabora con un método de extracción de la resina en seco, casi igual que en Marruecos, solo que se recortan los cogollos antes de tamizarlos. Después,— y es donde se consolida gran parte de la calidad de este hachís— se le aplica un poco de calor al polen restante, y con gran paciencia se va amasando durante días, lo que genera un hachís con una densidad y calidad notables.


El Royal Afghani es una obra maestra en cuanto a sabor, textura y efecto. (Foto)

El Royal afghani se hace con la primera o primeras pasadas por los tamices y, antes de convertirlo en hachís, se pone a secar en pieles de cabra y a veces ¡hasta tiene siete años de curado!. Su efecto es potente, muy potente, pero se presenta sutilmente y provoca un efecto de lucidez que amplifica la consciencia y deja un relajado efecto físico. Suele tener, aproximadamente, de un 10% a un 15% de THC, con una amplia presencia de otros cannabinoides como el CBD o elCBN, que provienen de las genéticas afganas y aumentan su potencia. Se elabora con las Indicas autóctonas de Afganistán, de las que provienen la Afghan Express, la Khan Afgana o la Double Glocky de ellas toma su aroma a bosques de cedros y su sabor a miel.


Gardaa de las montañas de Tirah Maidan: el mejor hachís de Pakistán

Pocos han sido los occidentales que hayan tenido la suerte de probar el hachís – Gardaa en pakistaní– que se elabora enlas montañas de de Tirah Maidan, en las regiones fronterizas con Afganistán. Allí, se produce el mejor – Awal Namber Garda– ”El polvo de la mejor calidad”, como se llama en Pashtún a las primeras capas de polen que se obtiene con las mejores plantas. Con ellas, se elabora el mejor chocolate pakistaní, un producto que combina unas fuerte tonalidades marrones y negras, y cuya resina encierra la fuerza del paso de Jáiber, cerca de las que se elabora.


El buen pakistaní es uno de los costos más potentes y fuertes del mundo . (Foto)

Su potencia es fuerte, tirando a muy fuerte. Contiene, aproximadamente, de un 12% a un 16% de THC. Y, eso se deja traslucir en su narcótico y sedante efecto: una sensación de petrificación que arranca con cada calada que le das a este hachís picante e intenso, y que va aumentando hasta hacerte sentir que tus extremidades están ancladas al suelo. Se elabora a partir de las plantas que tradicionalmente crecen en el área montañosa del Hindú kush como la autóctonaHindú Kush o sus descendientes: la todopoderosa OG Kush , la refinada Blue Kush o la glotona Bubba Kush.


El extravagante polen de Cachemira

El polen de Cachemira (India) tiene un efecto notablemente euforizante y de gran lucidez. Es excepcional. Y bastante raro, porque es de los poquísimos pólenes del mundo que se elaboran a partir de Sativas. Se elabora en esta región, que es fuente de conflicto entre indios y pakistaníes. Aunque, gracias a esta confluencia cultural, el hachís de la zona aúna los métodos de extracción en seco tradicionalmente árabes con genéticas del tipo Sativa – algo excepcionalmente raro– .¿El resultado? Un polen negruzco, de sabores afrutados que entra suavemente por la garganta y deja una sensación de euforia sostenida en el cuerpo y despierta el potencial creativo de la mente.


El polen de Cachemira es una rareza por su naturaleza sativa y su efecto jovial y ligero. (Foto)

Suele contener de un 8% a un 10% de THC, escondido en unas posturas negras por fuera y marrón castaño por dentro. En los últimos años se ha vuelto muy difícil de encontrar a raíz del conflicto constante que hay entre India y Pakístán a causa del estado de Cachemira, donde se produce. Sin embargo, nos quedan variedades similares a las que le dieron vida, como la Night Shade, la Vanilla Kush o la Hashberry, con las que podemos fabricarlo nosotros mismos.

Libanés rojo: un clásico en peligro de extinción

El libanés rojo era un pólen clásico de las últimas décadas del siglo pasado. Su inconfundible tono rojizo y su texturo arenosa eran sinónimos inconfundibles de que teníamos en nuestras manos un pedazo de este interesante hachís que se elabora en el valle de Baalbek (Líbano). Sin embargo, los conflictos bélicos que han asolado el Líbano y las regiones vecinas en los últimos años han diezmado su producción hasta casi el punto de hacerlo casi imposible de conseguir.


El libanés rojo, uno de los clasicos del siglo XX, que hoy en día es muy dificil de encontrar. (Foto)

Comparado con otras variedades de pólenes su efecto es muy cerebral, y claramante más potente que la clase baja y cotidiana de los costos del valle del Rif. Las posturas de este hachís suelen contener, normalmente, entre un 1.0% y un 18% de THC. A eso se le suma, que contienen un elevado grado de CBN porque las plantas no se cortan hasta que están prácticamente secas. Su color rojizo proviene de las variedades de la zona, que son Indicas con los cogollos rojizos, o violáceos cuando hace frío, de unas tonalidades parecidas a la Punto rojo o la Purple Bud.

Aromático turco: el hachís de los sultanes

El hachís turco es dulce y aromático; entra muy suavemente por la garganta, dejando un regusto a canela y a especias en la boca. Seguramente, es uno de los costos más cerebrales que se producen a orillas del Mediterráneo. Una de las causas, que sin duda, lo hacían uno de los preferido por los sultanes y visires del Imperio Otomano para aderezar sus shishas.


El inaccesible hachís turco es una joya por su sabor aromático y su dulce efecto. (Foto)

A primera vista, parece un costo reseco de aquellos que tenemos que maltratar con el mechero para poder hacernos un canuto. Sin embargo, la primera impresión es un engaño, que se desvanece cuando damos las primeras caladas, y notamos ese sabor dulce y afrutado tan característico del hachís turco. Ya desde la primera calada nos pone una sonrisa de oreja a oreja, e imprime un fuerte efecto en nuestro cerebro, lo que no deja de ser sorprendente porque es un hachís que suele tener, habitualmente, entre un 3.5 % y un 8.8% de THC. Se puede obtener fácilmente de plantas como la faraónica Tutankhamon, la práctica Auto Super Hash o la ultraterrenal Anubis.

Crema de Manali: el mejor Charas del mundo

La crema de Manali es uno de eso hachíses que crean leyenda. Este chocolate de negra y homogénea textura, es el mayor tesoro de la aldea de mismo nombre que se ubica en el estado norteño de Himachal Pradesch (India). Se le reconoce como el mejor Charas del mundo y son miles los viajeros que llegan a la pequeña aldea donde se produce para probar si la leyenda es cierta.


El mejor Charas del mundo se elabora, sin duda, en la pequeña población norteña de Manali.(Foto)

La crema de Manali se manufactura a mano en el valle de Parvarti tras la fértil sombra de los Himalayas. Tiene un color negro brillante –y caso raro entre los charas– una estructura interna homogénea libre de materia vegetal. Es una obra de arte de ingeniera cannábica con unos índices de THC que oscilan de un 10% a 26%, y un sabor denso y delicioso que provoca un efecto comunal y alegre, menos fuerte e introspectivo que los Charas tradicionales. Un cultivador con pericia podría extraerse perfectamente un par de ‘tolas’ de cremita de Manali con plantas como la laureada Himalayan Gold, la rápida Blue Himalaya o la mística Rishi Kush.

Hachís jamaicano de burbuja roja: risas irrefrenables a ritmo caribeño

El chocolate jamaicano es muy desconocido en casi todo el mundo debido a que los rastafaris lo producen a pequeña escala entre fumazo y fumazo de esa hierba sativa suya, tan alegre y vital que cosechan cerca de la ciudad de Negril. Su carta de presentación es una inconfundible burbuja roja que, como todo buen hachís, aparece cuando acercamos la llama a la china. Esas pequeñas pompas rojizas descubren el camino a uno costo fuerte, muy psicoactivo y eufórico, blanco por dentro, con vetas rojizas que guían el camino hacia un ‘colocón’ de primera.


El hachís jamaicano de burbuja roja es, sin duda, uno de los costos más indicados para reirse solo o en compañía de unos amigos. (Foto)

Su efecto conduce a una risa masiva, a un sentimiento de alegria y armonía cómica con todo aquello que nos rodea; y a cierta autocrítica sarcástica hacia uno mismo. Más de uno ha decidido cambiar sus pasos tras probar esta delicia del Caribe, cuyo índice de THC oscila entre el 9% y el 13%. Es muy difícil de encontrar en Europa, pero puedes apañártelas para extraerlo de variedades como la Jamaican Pearl, la Jamaican Me Crazy, o la Marley’s Collie.

Plastilina del valle de Chui en Kazajistán

Así es como se conoce al hachís que se produce en el valle de Chui, en la frontera de la antigua República Soviética de Kazajistán con Kirguistán. Se trata de un hachís muy potente y muy duro, pero a la vez suave y moldeable al tacto, que se produce en esta hondonada rodeada por la montañas de Tian Shan, en el que considera el lugar donde aparecieron las primeras plantas de cannabis.


Parece suave y cremoso por fuera, pero al fumarlo su efecto es potente y recio. (Foto)

Se hace a partir de híbridos entre las típicas plantas kazajas y genéticas venidas de India y Pakistán. El resultado es un hachís fuerte, denso y pegajoso, con unos contenidos de entre 5% y 10% de THC, de efectos muy, muy sedantes y narcóticos, que clavan de raíz a cualquiera que lo pruebe. Se elabora con plantas similares a la Auto Uzbeka, laAuto Soviet o la Auto Bluekush.


Skuff holandés: sueños de THC, convertidos en hachís 

Contiene unas cantidades monstruosas de este compuesto – en ocasiones hasta un 60% de la china es puroTetrahidrocannabinol –, y eso se deja nota en el sabor y en el efecto: tiene un gusto amargo y un cuerpo poco denso al fumarlo, pero sus efectos cerebrales son una bomba. Para hacerlo, normalmente, se utilizan variedades de la gran familiaSkunk, como la Super Skunk, la Lemon Skunk o la Shiva Skunk; y de ellas hereda su potencial psicoactivo.

El chocolate holandés por excelencia. Se elabora, en su mejor versión, con los primeros tricomas que caen al espolvorear ligeramente los cogollos sobre un tamiz finísimo. Lo llaman el ‘método holandés’, y con él, se consiguen auténticas bombas psicoactivas en forma de cristales de THC prensados y compactos hasta convertirse en costo.

Bolas de templo nepalíes: prepárate para viajar con la mente

Si consigues bolas de templo nepalíes, prepárate para viajar. Así, se llaman las posturas de hachís redondas y de la mejor calidad que se preparan en Nepal para celebrar rituales religiosos hindúes y algunas festividades budistas. Los mismos monjes, lo ponen en unos incensarios grandes, con brasas, para que su humo les facilite entrar en un profundo estado de consciencia. Su alto contenido en THC, de un 12% a un 20%, aproximadamente, y la naturaleza psicoactiva de las propias Sativas con las que se elabora, convierten a estas ‘bolas’ en un hachís solo para los más experimentados.




Es uno de los costos más cerebrales que existe. Proporciona un estado en el que la mente viaja y divaga, mientras el cuerpo permanece recogido en un estado de gracia. Se elaboran extrayendo manualmente la resina de las plantas típicas de la región, las ancestras de la Nepal Kush, o la Nepal Jam, y compactándola con fuertes fricciones de las manos.